Por medio de la unción sagrada de los enfermos y las oraciones de los sacerdotes, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al sufrimiento y glorificación del Señor, que Él los eleve y los salve. Por supuesto, que Él los exhorta a que contribuyan al bien de la gente de Dios al unirlos libremente a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Unción de los Enfermos
La enfermedad y el sufrimiento siempre han sido entre los problemas más graves que la humanidad tiene que enfrentar. En la enfermedad, el hombre siente su falta de fuerzas, sus limitaciones y su finitud. Cada enfermedad nos brinda un vistazo hacia la muerte.
La enfermedad conlleva angustia, auto absorción, a veces hasta desesperación y sublevación en contra de Dios. También sirve para ayudar a la madurez de la persona, ayudarlo a su discernimiento en la vida y a pensar en lo que no es tan esencial en la vida para que aprenda a mirar hacia lo que sí tiene valor. Muchas veces la enfermedad es lo que provoca la búsqueda del Señor y el regreso a Él.
El hombre en el Antiguo Testamento vive su enfermedad en la presencia del Señor. Es frente a Dios que el lamenta su enfermedad, y es ante Dios, el Maestro de la vida y la muerte, al que le implora la sanación. La enfermedad es un medio de conversión, el perdón de Dios es lo que inicia la sanación. Conforme a las creencias de aquella época en Israel, la enfermedad estaba misteriosamente vinculada al pecado y maldad, y que siendo fiel a Dios según la Ley es lo que la restaura: “Yo soy Dios, el sanador”. El profeta intuye que el sufrimiento también tiene un significado de redentor por los pecados de los otros.